Verónica Alcocer vive como una reina en Suecia.

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La primera dama de Colombia, Verónica Alcocer, incluida el pasado 24 de octubre en la Lista Clinton del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, reside desde hace varias semanas en el exclusivo centro de Estocolmo, donde lleva una vida de alto lujo que choca frontalmente con las sanciones financieras que pesan sobre ella y con el discurso de austeridad del gobierno de Gustavo Petro.

Según la investigación publicada ayer por el diario sueco Expressen, Alcocer inició su estancia en el Hotel Strand —con tarifas que superan los 1,2 millones de pesos colombianos por noche— y luego se trasladó a un apartamento en el corazón de la capital. El reportaje la muestra frecuentando restaurantes de Stureplan, asistiendo a fiestas privadas en el club Noppe —reservado para la élite y la realeza sueca— y compartiendo mesa con empresarios como Kristofer Ruscon (dueño de la marca de champán Hatt et Söner), Olof Larsson (propietario de la relojería Nymans Ur) y Sofia Strand (fundadora de Pixi).

El timing no pasa desapercibido: su llegada a Suecia coincide con el bloqueo de sus activos en dólares y con la firma del contrato por 16,5 billones de pesos para la adquisición de 17 cazas Gripen de la empresa sueca Saab, acuerdo que reemplazará la flota Kfir y que ha generado fricciones con Washington.

Petro, que lleva años separado sentimentalmente de Alcocer aunque sigue casado legalmente con ella, reaccionó en X asegurando que “no gasta ni un peso del erario” y atribuyó las críticas a la “extrema derecha envidiosa”. Sin embargo, ni la Presidencia ni la primera dama han explicado el origen de los recursos que sostienen su actual estilo de vida.

La Fiscalía General de la Nación ya adelanta indagaciones preliminares por posibles irregularidades en el uso de fondos públicos destinados a la “imagen institucional” de la primera dama, mientras la oposición califica el caso como “el epílogo perfecto de un gobierno que prometió equidad y termina en champán sueco”.

Por ahora, Verónica Alcocer guarda silencio. En Estocolmo, según una testigo citada por Expressen, solo alcanzó a decir: “Aquí me siento más tranquila y con más orden”.