
El anuncio del presidente Donald Trump sobre los “poderosos ataques” contra campamentos del Estado Islámico en Nigeria, justo en Nochebuena, revela una mezcla de oportunismo político y acción militar selectiva. Presentado como una defensa heroica de los cristianos perseguidos, el operativo —confirmado por el Pentágono y ejecutado en coordinación con las autoridades nigerianas— utilizó misiles Tomahawk desde un buque en el golfo de Guinea para impactar objetivos en el estado de Sokoto. Sin embargo, la narrativa de Trump, que enfatiza una supuesta matanza masiva de cristianos “a niveles no vistos en siglos”, simplifica un conflicto complejo donde la violencia afecta tanto a musulmanes como a cristianos, y donde el terrorismo yihadista se entremezcla con dinámicas locales de banditismo y disputas por recursos.
El Gobierno nigeriano, por su parte, ha adoptado una postura pragmática y cautelosa, insistiendo en que se trata de una operación conjunta contra el extremismo violento sin motivaciones religiosas. Ministros como Yusuf Tuggar han destacado el intercambio de inteligencia y la soberanía nacional, negando explícitamente cualquier sesgo confesional y subrayando que los ataques de grupos como ISWAP o Boko Haram impactan a todas las comunidades por igual. Esta discrepancia entre la retórica de Washington —que ha designado a Nigeria como país de preocupación por libertad religiosa— y la de Abuja evidencia tensiones subyacentes: mientras Estados Unidos busca proyectar fuerza y apoyo a su base evangélica, Nigeria prioriza mantener el control sobre su crisis de seguridad sin abrir la puerta a intervenciones extranjeras más amplias.
En última instancia, esta acción marca el inicio de una posible escalada en la política exterior de Trump hacia África, donde la lucha antiterrorista se convierte en herramienta para reforzar su imagen de líder decidido. Aunque los strikes iniciales han causado bajas entre militantes, según evaluaciones preliminares del AFRICOM, el riesgo de represalias o de profundizar divisiones internas en Nigeria es real. La celebración navideña de Trump, con su mensaje de “Feliz Navidad a todos, incluidos los terroristas muertos”, contrasta con la realidad de un país que enfrenta amenazas multifactoriales y que necesita soluciones sostenibles más allá de intervenciones puntuales. Queda por ver si estos ataques representan un paso aislado o el comienzo de una mayor involucración estadounidense en la región.