El 3 de agosto, la ciudad de Santa Marta fue golpeada por un fuerte aguacero que desató la furia de la naturaleza, dejando a su paso una estela de tristeza y desesperación. Decenas de hogares y establecimientos comerciales resultaron seriamente perjudicados, evidenciando la vulnerabilidad de la infraestructura ante fenómenos climáticos extremos.
Las calles se convirtieron en ríos, arrastrando a su paso enseres y vehículos, mientras que el agua ingresaba sin piedad en las propiedades, dañando pertenencias y medios de sustento. Las imágenes y testimonios de los damnificados son desgarradores, reflejando la magnitud de las pérdidas y la angustia de ver años de esfuerzo desvanecerse en cuestión de horas.
Ante la emergencia, las autoridades locales se han visto obligadas a declarar la Alerta Naranja, un llamado urgente a la precaución y a la movilización de recursos para atender a los afectados y mitigar los riesgos. Esta declaración subraya la seriedad de la situación y la necesidad de una respuesta coordinada para enfrentar las consecuencias del desastre.
La comunidad de Santa Marta, una vez más, se enfrenta al desafío de levantarse tras un golpe de la naturaleza. La solidaridad y el apoyo mutuo serán clave para superar esta adversa situación y reconstruir lo que el agua se llevó.