Barranquilla, Colombia – El reciente intento de asesinato contra Miguel Uribe ha desatado una ola de especulaciones y teorías, con la captura de “alias El Costeño” como el quinto implicado, intensificando el debate sobre los verdaderos motivos detrás del ataque.
Mientras la fiscalía apunta a una motivación política y una inversión de cerca de mil millones de pesos en la operación, persisten las dudas sobre la idoneidad de los sicarios contratados y la lógica detrás de un atentado tan costoso con un plan de escape tan deficiente.
El video de la investigación detalla las múltiples teorías que giran en torno al incidente, desde una posible venganza del narcotráfico, como sugiere el presidente Gustavo Petro, hasta una estrategia política para desestabilizar al gobierno o unir a la oposición.
Sin embargo, la falta de profesionalismo en la ejecución del ataque y los antecedentes criminales menores de los capturados —que incluyen microtráfico y robos, pero no homicidios— plantean serios interrogantes.
¿Por qué una operación tan costosa y supuestamente orquestada por figuras poderosas contrataría a individuos tan inexperimentados?
La investigación ha revelado detalles clave, como la participación de Catherine Martínez en la logística y entrega del arma, y la conexión del conductor con el tráfico de armas. Sorprende también el hecho de que el arma, una Glock 9mm, fuera adquirida legalmente en Estados Unidos e introducida ilegalmente a Colombia.
A medida que las autoridades esperan que “El Costeño” revele al autor intelectual del ataque, la opinión pública se debate entre la teoría de una compleja conspiración política y la posibilidad de que este atentado, a pesar de su alto costo, haya sido ejecutado por elementos menos experimentados, dejando al descubierto una serie de inconsistencias que aún buscan respuesta.