Por qué Japón y China están al borde de una crisis diplomática por Taiwán.

Compartir

Tokio/Pekín, 18 de noviembre de 2025

Todo empezó con una frase dicha en el Parlamento japonés el pasado 7 de noviembre, pero esa frase tocó el nervio más sensible de Pekín: Taiwán.

La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, declaró por primera vez de forma tan explícita que “una emergencia en Taiwán” (es decir, un ataque o bloqueo chino a la isla) podría ser considerada por Japón como “una situación que amenaza su propia supervivencia”. Con esa expresión, Takaichi activó legalmente la posibilidad de que Japón participe militarmente junto a Estados Unidos en defensa de Taiwán, algo que hasta ahora Tokio había evitado decir en voz alta.

¿Por qué es tan grave para China?

Porque Pekín considera Taiwán parte innegociable de su territorio y ha hecho del principio de “una sola China” la línea roja absoluta de su diplomacia. Cualquier país que sugiera tratar a Taiwán como entidad separada o, peor aún, que se prepare para defenderla militarmente, es visto como una provocación directa. Japón, además, no es un país cualquiera: es el aliado más importante de EE.UU. en Asia, el tercer economía mundial y vecino inmediato de Taiwán (la isla de Yonaguni está a solo 110 km de territorio taiwanés).

¿Por qué Japón se atrevió a decirlo ahora?

Hay tres razones principales:

1.  Cambio de percepción de amenaza. Desde 2022, China realiza casi a diario incursiones aéreas y navales alrededor de Taiwán. Japón detecta cada vez más aviones y barcos chinos cerca de sus propias islas del suroeste. Para Tokio, un conflicto en el Estrecho de Taiwán no es algo lejano: interrumpiría el 90 % de sus importaciones de energía y materias primas.

2.  Presión de Washington. Estados Unidos ha pedido repetidamente a Japón que asuma un rol más activo en la defensa regional. La administración Biden ha dejado claro que, en caso de guerra por Taiwán, espera que Japón permita el uso de sus bases y, si es posible, participe directamente.

3.  Nueva liderazgo japonés más firme. Sanae Takaichi pertenece al ala más conservadora y pro-defensa del Partido Liberal Demócrata. A diferencia de sus antecesores, no siente la necesidad de mantener la tradicional “ambigüedad estratégica” frente a China.

La reacción china fue inmediata y escalonada:

•  Día 8: el cónsul general en Osaka publica (y luego borra) una amenaza directa contra Takaichi.

•  Día 14: Pekín emite una advertencia de viaje que provoca la cancelación masiva de turistas y estudiantes chinos a Japón.

•  Día 16-17: buques chinos patrullan agresivamente las aguas disputadas de las Senkaku/Diaoyu y un dron sobrevuela la zona entre Taiwán y Japón.

En resumen: Japón cruzó, por primera vez con claridad, la línea que China había trazado hace décadas: “No hablen de defender a Taiwán”. Pekín respondió con la única herramienta que le queda sin llegar al conflicto armado: presión diplomática, turística, económica y militar de baja intensidad.

El resultado es la peor crisis bilateral desde 2012 y un recordatorio de que, en el tablero del Indo-Pacífico, Taiwán ya no es solo un problema entre China y Estados Unidos: también es el punto donde pueden chocar las dos mayores potencias asiáticas.