
Momentos antes de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tomara la palabra en la Asamblea General de Naciones Unidas, decenas de representantes diplomáticos abandonaron la sala en señal de protesta. El gesto reflejó el rechazo de varios países a las políticas del gobierno israelí, especialmente en torno a la guerra en Gaza y las denuncias de violaciones al derecho internacional humanitario.
Para muchos delegados, retirarse fue una forma de expresar desacuerdo sin recurrir a la confrontación directa. Con este acto simbólico, algunos Estados enviaron un mensaje claro de desaprobación hacia Netanyahu, al tiempo que manifestaban solidaridad con la causa palestina y su rechazo a la ofensiva militar que ha dejado miles de víctimas civiles.
Al mismo tiempo, dentro del recinto otros representantes permanecieron en sus asientos y aplaudieron al primer ministro, evidenciando el respaldo que Israel mantiene entre sus aliados estratégicos, que ven en Netanyahu a un líder firme en la defensa de la seguridad de su país frente a Hamás y otros grupos armados.
La escena en la Asamblea General fue un reflejo de la polarización internacional: de un lado, quienes acusan a Israel de agravar la crisis humanitaria en Medio Oriente; del otro, quienes respaldan su derecho a defenderse.