
La Flotilla Sumud, que transporta ayuda humanitaria a Gaza, desató una ola de protestas en todo el mundo: Bélgica, Grecia, Alemania, Turquía, Canadá, Francia, España, Italia, Túnez y más se volcaron a las calles para exigir respeto al derecho internacional y condenar la interceptación israelí.
España envió el buque de la Armada Furor para escoltar discretamente la flotilla, operando bajo estrictas reglas de seguridad y manteniéndose fuera de la zona restringida frente a Gaza. La misión del Furor fue de apoyo y vigilancia, evitando cualquier confrontación directa con Israel.
El riesgo era real: si la flotilla hubiera ingresado en la zona prohibida, Israel podría haber disparado advertencias o incluso fuerza letal contra las embarcaciones, como ocurrió en incidentes similares en el pasado. La escolta española no tenía autorización para intervenir, y su retirada fue estratégica para evitar un conflicto internacional.
Mientras tanto, la detención de activistas como Greta Thunberg y Ada Colau aumentó la presión internacional, y las movilizaciones en todo el mundo siguen enviando un mensaje claro: solidaridad con Gaza y rechazo al uso de la fuerza en aguas internacionales.