
La crisis financiera de 2008 y los años posteriores dejaron una huella profunda en el sistema bancario internacional, marcada por rescates millonarios, fusiones estratégicas y escándalos que todavía hoy son recordados.
En Estados Unidos, bancos como Citigroup y Bank of America recibieron ayudas masivas del gobierno a través del programa TARP, con cifras que llegaron a los 45.000 millones de dólares en el caso de Citi. El rescate más grande en la historia bancaria estadounidense lo protagonizó AIG, aseguradora que fue salvada con más de 180.000 millones de dólares. Por otro lado, Barclays presumió de no haber necesitado dinero del gobierno británico, aunque sí recurrió a capital de inversionistas extranjeros.
La crisis también provocó una ola de fusiones y adquisiciones. JPMorgan Chase se quedó con Bear Stearns y Washington Mutual, y en 2023 adquirió también a First Republic Bank, otro colapso bancario de gran escala. En paralelo, Bank of America absorbió Merrill Lynch y Countrywide, siendo esta última una de las principales responsables del colapso hipotecario.
Los escándalos no faltaron. HSBC fue multado en 2012 con 1.900 millones de dólares (casi 2.000 millones) por permitir transacciones de carteles de droga en México y Colombia, en uno de los casos de lavado de dinero más sonados de la banca global.
Con la digitalización, varios gigantes financieros reestructuraron su presencia física. Santander, BBVA, HSBC y otros bancos cerraron miles de sucursales en países como México, España, Estados Unidos y Reino Unido. Además, muchos optaron por retirarse de mercados poco rentables como EE.UU., Francia, Rusia y Canadá. Incluso HSBC vendió su negocio en China con pérdidas.
Otro capítulo polémico fueron los préstamos a empresas que terminaron en bancarrota. Bancos europeos financiaron a Abengoa, que se declaró insolvente en 2015, mientras que firmas como WeWork dejaron un enorme agujero en sus acreedores tras el colapso de su modelo de negocio. En Estados Unidos, un banco rescatado por el gobierno también había prestado a Chrysler, que quebró en plena crisis.
En conjunto, estos episodios muestran cómo las grandes entidades financieras han atravesado momentos de auge y caída, muchas veces salvadas por los gobiernos bajo el principio de ser “demasiado grandes para caer”, a costa de críticas por el riesgo y los errores que contribuyeron a desatar la crisis global.