“Llegaron al infierno”: el viaje de 252 venezolanos al corazón de la megacárcel salvadoreña

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“¡Bienvenidos al infierno!”, gritó el director del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) cuando el primer avión estadounidense aterrizó en marzo pasado. En él viajaban 252 venezolanos, la mayoría sin antecedentes penales graves, acusados sin pruebas sólidas de pertenecer al Tren de Aragua. Lo que empezó como una deportación exprés terminó en un informe demoledor de Human Rights Watch (HRW) y Cristosal que documenta torturas, violaciones sexuales y desapariciones forzadas en la megacárcel de Nayib Bukele.

El pacto Trump-Bukele: 4,7 millones de dólares por 252 vidas

El acuerdo fue rápido y opaco: EE.UU. pagó al menos 4,7 millones de dólares a El Salvador para recibir, custodiar y “procesar” a estos migrantes. A cambio, Bukele reforzaba su imagen de “mano dura” con presos extranjeros en el CECOT, una prisión de 40.000 plazas diseñada para pandilleros salvadoreños.

Pero los números no cuadran:

  • 48,8 % de los deportados no tenía condenas en EE.UU.
  • Solo 3,1 % había sido sentenciado por delitos violentos.
  • 62 estaban solicitando asilo, un derecho que prohíbe la devolución a países donde corren peligro (principio de non-refoulement).

Golpes al bajar del avión

Gonzalo, un joven de Maracaibo de 23 años, cuenta que lo primero que sintió al pisar pista fue un porrazo en la nuca. “Nos obligaron a arrodillarnos con las manos atadas atrás. Cada vez que alguien se movía, llovían patadas”.

Los 40 exdetenidos entrevistados por HRW coinciden:

  • Registros diarios con desnudos integrales y golpes.
  • Celdas de 10×10 metros para 100 personas.
  • “La isla”, un sector de castigo donde aislaron a quienes protestaron.

Tres venezolanos denunciaron abusos sexuales: uno fue forzado a practicar sexo oral por cuatro guardias. “Me dijeron que si hablaba, me matarían y dirían que fue suicidio”, relata bajo anonimato.

“Saldrán en bolsa negra”

Las amenazas eran rutina. “Aquí solo salen en bolsa negra”, repetían los custodios. La presión llevó a varios intentos de suicidio. Andry Hernández, otro exrecluso, resume: “El CECOT no es una cárcel, es un campo de exterminio disfrazado”.

Silencio oficial y complicidad internacional

Ni EE.UU. ni El Salvador informaron a las familias sobre el paradero de los detenidos durante semanas, configurando desapariciones forzadas según el derecho internacional. La Cruz Roja visitó el CECOT en mayo, pero los abusos continuaron después.

¿Qué pide HRW?

  1. A EE.UU.: Suspender deportaciones, investigar su complicidad y reparar a las víctimas.
  2. A El Salvador: Abrir el CECOT a familiares y abogados, juzgar a los responsables y reportar al Consejo de DD.HH. de la ONU.
  3. A la comunidad internacional: Congelar fondos a la policía y prisiones salvadoreñas hasta que haya rendición de cuentas.

Un precedente peligroso

HRW califica este caso como “una de las peores violaciones de derechos humanos vinculadas a EE.UU. en dos décadas”. El informe ya circula en medios como CNN, El Nacional y Efecto Cocuyo, y pone presión sobre la administración Trump para revisar su política migratoria.

Mientras tanto, en una celda sin ventanas del CECOT, 252 venezolanos siguen esperando que alguien escuche su historia antes de que sea demasiado tarde.