La comunidad internacional ha expresado consistentemente su inquietud ante el programa nuclear de Irán, principalmente por la posibilidad de que adquiera armas atómicas. Esta preocupación se centra en el riesgo de desestabilización que un Irán nuclear podría representar para la ya volátil región de Oriente Medio. Un temor adicional es que la tecnología nuclear pueda caer en manos de grupos terroristas, lo cual supondría una amenaza global sin precedentes, dada la falta de regulación a la que estos grupos están sujetos en comparación con los estados nacionales. La tensa relación de Irán con Israel también exacerba estas preocupaciones, ya que cualquier desarrollo nuclear podría considerarse una amenaza directa para la seguridad israelí.
A pesar de las afirmaciones de Irán de que su programa tiene fines pacíficos, como la generación de energía y aplicaciones médicas, la falta de transparencia en sus actividades y el desarrollo de misiles balísticos capaces de transportar ojivas nucleares han alimentado la desconfianza global. Irán, como signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear, tiene la obligación de cumplir con sus compromisos internacionales, pero las sospechas sobre sus verdaderas intenciones persisten. Aunque la situación ha generado intensas negociaciones y tensiones diplomáticas, el objetivo primordial de las potencias mundiales sigue siendo garantizar que Irán no desarrolle armamento nuclear, lo cual, para muchos, es la única vía para evitar un conflicto mayor.