
Barranquilla, 15 de junio de 2025 – Lo que prometía ser una jornada de unidad y un clamor por la paz en Barranquilla, la “Marcha del Silencio”, terminó generando un intenso debate político. Convocada para enviar un mensaje claro contra la polarización en Colombia y en respuesta al ataque sufrido por Miguel Uribe, la movilización, que se esperaba apolítica, tomó un giro inesperado que dividió opiniones entre sus mismos participantes.
La jornada comenzó con el firme propósito de ser un espacio para la reconciliación, buscando que la ciudadanía se desligara de los “juegos políticos”. Sin embargo, el evento se vio rápidamente envuelto en controversia debido a las acciones y discursos de algunas figuras públicas. Marlon Mayans, uno de los voceros, expresó su decepción ante lo que consideró una politización de la marcha, desviando su objetivo original.
Un claro contraste se evidenció en las intervenciones de dos senadores. Mientras el presidente del Congreso, Efraín Cepeda, generó revuelo con sus comentarios, que incluso desataron gritos de “¡Fuera Petro!” entre algunos asistentes, el senador Mauricio Gómez Amín ofreció un mensaje enfocado en la unidad, el respeto a los procesos democráticos y la búsqueda de soluciones pacíficas para los problemas del país. Su llamado fue a trabajar juntos por el bienestar de la sociedad, rechazando la violencia y la confrontación.
Al finalizar la marcha, quedó un sabor agridulce.
Aunque la intención inicial era noble y buscaba promover la convivencia, la incursión de elementos políticos, especialmente por parte de figuras como el senador Cepeda, desdibujó en parte ese propósito. La “Marcha del Silencio” de Barranquilla se convierte así en un reflejo de las tensiones actuales en Colombia, donde la línea entre el llamado ciudadano y la agenda política parece cada vez más difusa.