
Una serie de eventos han aumentado las tensiones entre Venezuela y Estados Unidos en el Mar Caribe. La situación se originó cuando aviones F-16 venezolanos volaron cerca de un barco estadounidense en aguas internacionales. Si la tripulación del barco hubiera percibido una amenaza, habría estado autorizada a responder con fuego.
Tras el incidente, se emitió una advertencia clara desde la Casa Blanca: cualquier repetición de la acción resultaría en la destrucción de los aviones venezolanos. A raíz de esta declaración, se informó del despliegue de aviones F-35 en Puerto Rico.
En el marco de las operaciones antinarcóticos, se señaló que la estrategia de Estados Unidos no es confiscar embarcaciones sospechosas, sino destruirlas a distancia si no responden. La justificación de esta táctica es que es “mejor destruir que incautar”.
Se ha interpretado que las acciones de Nicolás Maduro constituyen un intento de confrontación verbal con Estados Unidos. Sin embargo, la fuerza militar venezolana no es comparable. Se considera poco probable que los aliados de Venezuela, como Nicaragua, Cuba, Bolivia, o incluso Rusia y China, intervengan en un conflicto directo.
Existe la sugerencia de que la decisión más estratégica para Venezuela sería unirse a Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico en el Caribe. Se presenta la falta de cooperación en este frente como un indicio de que el país es un “narco-estado”.