
El presidente Gustavo Petro ha encendido el debate público al afirmar que Barranquilla está experimentando un “empobrecimiento notorio”, comparándola incluso con la situación de Riohacha. Sin embargo, un análisis detallado de los datos y la realidad económica de la ciudad caribeña desmienten en gran medida esta narrativa.
Si bien es cierto que Barranquilla, al igual que otras ciudades, enfrenta desafíos, los indicadores del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) revelan una reducción de la pobreza monetaria del 31.8% al 28.6% entre 2023 y 2024.
No obstante, se observó un ligero incremento del 1.1% en la pobreza extrema en 2024, lo que representa un aumento de 108,000 a 124,000 personas en esta situación. Este aumento puntual se atribuye a factores como el impacto migratorio, el desempleo y, lamentablemente, el aumento de la extorsión que ha llevado al cierre de algunos negocios en la ciudad.
A pesar de estos retos, la economía de Barranquilla muestra signos de fortaleza. La administración distrital, a través de su Plan de Desarrollo “Barranquilla a otro nivel”, ha impulsado significativas inversiones sociales. La tasa de desempleo ha logrado reducirse a un solo dígito, situándose en un 9.1%. El Producto Interno Bruto (PIB) de la ciudad crece a un ritmo del 2.7% y contribuye con un impresionante 64% al PIB del departamento.
A nivel nacional, Barranquilla se posiciona entre las cinco ciudades con mayor contribución económica, solo superada por Bogotá, Medellín y Cali, lo que subraya su rol como un motor productivo en la costa colombiana, con una economía diversificada que no depende exclusivamente del turismo como Cartagena.
La crítica a las afirmaciones presidenciales radica en la percepción de que sus discursos, aunque bien intencionados en su preocupación por los barrios populares, carecen de una base de datos exhaustiva y no siempre reflejan la complejidad económica y social de la ciudad.
Mientras la administración local está activamente comprometida en la búsqueda de soluciones para el incremento de la pobreza extrema, la ciudad también avanza en el acceso a la educación (con 280,000 estudiantes en el sistema distrital y 54,000 universitarios) y la infraestructura deportiva y recreativa, con nuevas instalaciones que mejoran la calidad de vida de sus habitantes.
En definitiva, Barranquilla es una ciudad en constante evolución y con un notable dinamismo económico y social. Aunque existen áreas que requieren atención y esfuerzo continuo, la generalización de un “empobrecimiento notorio” no se alinea con la realidad que muestran los datos y el progreso tangible de la capital del Atlántico.