
En un país donde el fútbol convoca multitudes y el ciclismo forja héroes, el deporte trasciende el entretenimiento para convertirse en política pública esencial. Así lo dejó claro el foro “Por el Futuro de Colombia – Edición Deporte”, organizado este domingo por el Centro Democrático en Bogotá, donde figuras como Paola Holguín y Álvaro Uribe Vélez coincidieron en un diagnóstico contundente: Colombia no necesita más leyes sobre deporte, sino voluntad política para cumplir las que ya existen.
Y tienen razón. La Constitución de 1991 eleva el deporte a gasto público social; la Ley 181 de 1995 y el Conpes 4017 de 2020 trazan rutas claras; la Política Pública del Deporte hasta 2028 incluye metas ambiciosas en infraestructura, inclusión y alto rendimiento. Sin embargo, la realidad es otra: coliseos abandonados en periferias, programas para personas con discapacidad sin presupuesto, y una selección de fútbol que brilla más por talento individual que por sistema.

Paola Holguín, con precisión quirúrgica, enumeró los impactos transversales del deporte: salud pública (reducción de obesidad y enfermedades crónicas), educación (formación en valores como disciplina y trabajo en equipo), economía (generación de empleo en industrias asociadas) y hasta diplomacia blanda —recordando la tregua olímpica en Yugoslavia o la marcha conjunta de las Coreas en Pyeongchang 2018—. Ejemplos que no son anécdotas, sino evidencia de que el deporte construye cohesión donde la política falla.
El llamado no es a inventar la rueda, sino a girarla. Coordinación real entre Nación y territorios, inversión sostenida en escenarios deportivos rurales, programas obligatorios de actividad física en colegios, y un sistema de detección de talentos que no dependa de la suerte o el bolsillo familiar. Porque mientras en Europa el deporte es política de Estado, en Colombia sigue siendo promesa de campaña.

El Centro Democrático, con este foro, no solo diagnostica: propone. Y en un momento donde el Gobierno nacional prioriza narrativas ideológicas sobre resultados concretos, la oposición tiene la oportunidad —y la obligación— de liderar con hechos. Porque un país que forma ciudadanos responsables en la cancha, difícilmente los pierde en la calle.
El deporte no es lujo. Es inversión. Y quien lo entienda, no solo gana medallas: construye futuro.