
Belém, en el corazón del Amazonas, se ha convertido por unos días en el centro del mundo. Hasta aquí llegaron líderes globales, activistas, científicos y jefes de Estado para participar en la COP30, la conferencia más importante sobre el cambio climático.
El aire húmedo y denso de la selva se mezcla con las promesas de quienes —una vez más— dicen venir a salvar el planeta.
Entre los primeros en llegar, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, advirtió que “la humanidad está cavando su propia tumba” si no reduce las emisiones globales de carbono.
A su lado, el príncipe William, heredero de la corona británica, habló de la necesidad de pasar de los discursos a la acción, defendiendo proyectos de conservación en la Amazonía.
Pero la presencia latinoamericana también tuvo peso. Gustavo Petro, presidente de Colombia, llegó a Brasil con un mensaje claro: que los países del sur global no pueden seguir pagando el precio de una crisis climática que no provocaron.
Petro insistió en que la Amazonía no puede ser vista solo como un recurso, sino como una reserva moral y ecológica de la humanidad. Su discurso fue recibido con atención, aunque también con el escepticismo de quienes ven en cada cumbre más promesas que resultados.
Brasil, anfitrión del evento, busca mostrarse como líder en la protección ambiental bajo el gobierno de Lula da Silva. Sin embargo, los contrastes son inevitables: mientras los delegados se reúnen en auditorios con aire acondicionado, los incendios en la selva siguen activos a pocos kilómetros.
La COP30 no es solo un evento diplomático. Es una fotografía del mundo actual: dividido entre la urgencia del colapso climático y los intereses económicos que frenan las soluciones.
Los discursos suenan inspiradores, pero la pregunta sigue siendo la misma que hace treinta años: ¿quién está dispuesto a cambiar de verdad?
Desde Belém, donde la selva respira y la política se mezcla con el calor tropical, el planeta vuelve a discutir su futuro.
Un futuro que, por ahora, sigue en manos de quienes lo prometen… pero todavía no lo salvan.