
Un bombardeo israelí en Saná, capital de Yemen, dejó al menos seis muertos y 86 heridos, de acuerdo con el reporte de los rebeldes hutíes. El ataque aéreo se produjo apenas una semana después de una ofensiva similar en la misma ciudad, lo que evidencia la creciente expansión del conflicto originado tras la guerra en Gaza.
Los hutíes, movimiento insurgente respaldado por Irán y que controla buena parte del norte de Yemen, denunciaron que la ofensiva estuvo dirigida contra instalaciones militares en la capital. Según sus voceros, entre las víctimas se encuentran civiles, incluidos mujeres y menores de edad, aunque esta información no ha podido ser verificada de manera independiente.
La acción se enmarca en la respuesta israelí a la serie de ataques perpetrados por los hutíes contra buques comerciales y militares en el mar Rojo, donde este grupo armado ha buscado presionar a Israel y a sus aliados, argumentando solidaridad con la población palestina en Gaza. Dichas operaciones han alterado una de las rutas marítimas más estratégicas del mundo, lo que ha motivado también la intervención de fuerzas navales de Estados Unidos y Reino Unido para proteger la navegación.
Analistas advierten que esta dinámica incrementa el riesgo de que el conflicto en Gaza se transforme en una confrontación regional de mayor escala. Israel sostiene que no permitirá que los hutíes actúen con impunidad y ha intensificado sus operaciones de inteligencia y bombardeos selectivos. Por su parte, Irán niega dirigir directamente los ataques hutíes, aunque respalda política y militarmente a este movimiento.
La situación, que combina la guerra en Gaza con la tensión en Yemen, pone en evidencia la creciente volatilidad en Medio Oriente y plantea un escenario en el que cada nueva ofensiva amenaza con arrastrar a más actores regionales a una espiral de violencia de consecuencias imprevisibles.