
La comunidad de Minneapolis continúa conmocionada tras el ataque ocurrido el pasado 27 de agosto en la escuela y parroquia católica Annunciation, donde dos niños de 8 y 10 años murieron y otras 17 personas resultaron heridas. El agresor, identificado como Robin Westman, de 23 años, se quitó la vida en el estacionamiento del templo luego de perpetrar el ataque.
Las autoridades informaron que Westman actuó en solitario. En el lugar fueron recuperadas tres armas de fuego adquiridas legalmente, así como una bomba de humo. Investigadores del FBI analizan un manifiesto y diversos materiales audiovisuales hallados en línea, donde el atacante dejó mensajes perturbadores, referencias simbólicas y planos del santuario. Estos elementos han llevado a que el caso se investigue como un posible crimen de odio y acto de terrorismo doméstico.
Aunque el manifiesto menciona una “enfermedad personal” como motivación, sin fines políticos explícitos, se encontraron símbolos racistas, antisemitas y mensajes de odio religioso que refuerzan la hipótesis de una agresión contra la comunidad católica.
El ataque, perpetrado por un exalumno de la institución sin antecedentes judiciales, ha generado un profundo debate en Minnesota sobre la seguridad en los centros educativos y religiosos, así como sobre la necesidad de un mayor control en la compra de armas. El gobernador Tim Walz, el alcalde Jacob Frey y líderes religiosos, incluido el Papa Leo XIV, expresaron sus condolencias y apoyo a las víctimas.
Mientras avanza la investigación federal, la comunidad de Minneapolis se ha reunido en vigilias y homenajes, clamando por justicia y por medidas que eviten nuevas tragedias.