Barranquilla, Atlántico – En un giro sorprendente de la política colombiana, una reciente encuesta de Guarumo ha posicionado a Miguel Uribe en la cima de las intenciones de voto presidencial. Este ascenso se produce tras un ataque del que fue víctima, un evento que lo catapultó de no figurar entre los diez primeros candidatos a liderar la contienda. El análisis sugiere que este fenómeno se debe en gran medida a un “efecto víctima”, generando una ola de apoyo público que parece ser una respuesta colectiva contra la violencia y la polarización que vive el país.
El suceso, que acaparó la atención nacional e internacional, no solo puso el foco en el estado de salud de Uribe, sino que también reavivó el debate sobre la imagen de Colombia y la preocupación presidencial por la escalada de violencia. Más allá de cualquier estrategia política, la ciudadanía parece estar manifestando un deseo palpable de paz y esperanza para la nación, viendo en el apoyo a Uribe una forma de rechazar la retórica de odio. Sin embargo, el recuerdo de episodios históricos, como el ascenso de César Gaviria tras el asesinato de Galán, plantea la incógnita de si este respaldo se traducirá en un liderazgo transformador o si la tragedia será capitalizada para otros fines.